lunes, diciembre 06, 2004

Alucinistas: liberen al conejo


Me compro una entrada, generalmente llena de estrellitas plateadas. Cinco pesos. Son asientos numerados. El tipo vestido de traje y peinado con gel, fingió expresión de misterio para la foto. En el hall del teatro espera el cholulaje. No es atractivo, sin embargo tiene club de fans que aúllan sistemáticamente en cada show. Alguna se vino escotada para distraerlo. En su interior lo único que busca es que falle. No le importa mucho el secreto, quiere que se equivoque. Y tener el sarcástico placer de derrumbar su castillo de arena. Pero duda, si lo consigue se queda vacía. Es como la mala de la novela, que después de quebrar corazones, disolver felicidades y aterrar televidentes, se arrepiente y al otro capítulo se interna en un convento. ¿Los libretistas no se enteraron que de este lado de la caja hay clubes de malos vitalicios?...

La música new age genera el clima ideal. La asistente es flaquita, seguro que será la protagonista del momento esperado. Mientras preparan el escenario con chirimbolos geométricos, el tipo nos entretiene con acertijos lógicos. Sonrío porque conozco exactamente la respuesta. Parece que también le gusta el Joker. Me muerdo la lengua para no gritarle al público que la galera tiene doble fondo. O que el conejo es un muñeco inflable. Y si, hace 150 años que roba con ese numerito. El conejo no puede vivir tanto tiempo ahí adentro!. El viejito de camisa azul ya lo vio 84 veces en sus 95 años, y ya no le impresiona. Sépalo.

Al fin la chica de la sonrisita pintada se mete dentro de la caja. El enano que toca el tambor me pone más nerviosa que la chica. Ya sé que al final, no le pasa nada. En este momento me desespera no tener el asiento de la fila 1 a la derecha para mirar qué hay entre el humo y la maldita tela negra. Empieza a golpear los super cuchillos de acero para asustarnos. Una neurona quiere colapsar de la curiosidad, pero la calmo asegurando que las cuchillas son de plástico, cubiertas prolijamente con papel glacé, y que adentro de la caja hay un par de pies y manos robóticas, y que la chica es contorsionista, por lo que ocupa un solo cuadradito de la caja.

Cuando termina el número, el tipo aparece tapado de cuarentonas, niños y papelitos. El viejito de camisa azul me dice: "qué fabuloso este ilusionista".
Yo en cambio, resuelvo que 5 pesos no vale una ilusión. Y que no necesito más que las mías. Y que en realidad ese era un show de alucinaciones baratas, una forma de escapar del mundo sin levitar.
Sí, qué fabuloso alucinista...

postdate: quise liberar al conejito, pero en su lugar estaba la contorsionista doblada dentro del sombrero. Un fiasco...

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