martes, noviembre 23, 2004

Play

...Estas melodías que empiezan a caer de repente, escondidas en cajoncitos azules, que a veces abrimos y en el fondo nos tiemblan recuerdos herrumbrados, esos que empapelan el tiempo con pedacitos de amores y de sombras...
Vienen cayendo las notas clásicas, antiguas y nuevas...son tan suaves que no aplastan, abrazan, se instalan, tararean, motivan, generan sonrisas, movilizan, traen historias y llevan nostalgias, empujan. Se acuestan del lado derecho y me piden acompañarme en los sueños.
Me levanto y siguen ahí, silbando al ritmo de las ilusiones de mi día. Almuerzo y las siento revolotear sutilmente dibujando circulitos en el oído.
Trabajo y las busco, necesito tenerlas para apagar la rutina, entonces canto en silencio, muevo los pies y siento que el estribillo quiere salir, pero (a veces) lo retengo. En el viaje me asilo en el rinconcito de la ventana y las busco otra vez, y una vez más me abordan y me convierto en una especie de pentagrama humano, una orquesta muda haciendo batucadas en un micro.
Llego a casa y se calman, esperando pacientemente el momento del show, el momento de ser libres y ocupar ya no sólo mi mente sino toda la casa, quieren invadir el edificio... y el mundo. Quieren contagiar miradas tristes, y sanar corazones como una gran curita musical...
Ya está, puse play. Ahora hay que dejarse conquistar, y permitirse ocupar por completo.
Es que según parece, la música tiene estos poderes, sisi.

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