domingo, octubre 17, 2004

Movimiento


Cómo un día normal se puede transformar en una noche especial...

Una noche en un millón. De esas que no se olvidan, que no se imitan, ni se filman...
No había humo, ni fuego, ni bocinas ni nubes. Ya no estaban los grillos ni las libélulas curiosas. No hacía frío, ni calor. No existía el miedo a morir esa noche. No recordaba tener sed, ni mucho menos dolor.

Esa noche no habían rayos ni centellas... Nadie necesitaba una foto, sólo los ojos serían testigos... El tiempo caprichoso no anuló la ansiedad, y los 20 minutos se disfrazaron de horas.

Esa noche no había cielo ni tierra. Ni acá y allá... Y entonces la lluvia de estrellas nos unió en un suspiro...fugaz, pero eterno.

Cada estrella murió lentamente en mis pupilas. Cada una palpitaba agonizante, como queriendo ser parte del show celestial. Las estrellas invitadas seguían llegando, pero se escapaban apuradas por la esquinita del ojo derecho...más de 100, contamos...pero yo me hubiera conformado con una...y quizá podría ver miles sin cansarme.

...Cómo regresar de una noche especial, al siguiente día común de cada vida...Cómo mirar el cielo ahora, y no insistir en entender su movimiento...esa locura de reflejar luces pasadas siglos después, y que aún así de viejita sea musa de tantas canciones y poemas...

...Cómo no necesitar un baño diario de estrellas azules, para rociar estas noches secas... quebradas... deshidratadas...

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