Salsa para vivir...
En una de esas tardes, ameritantes de posarse horas sobre el limbo a volar con otros insectos, pensaba (evitar el chiste fácil) en las peripecias en las que sucumbió aquella "promoción Alfa-Beta" durante el viaje de egresados...quizás empujada por la nostalgia cuando encontré entre mis bártulos, viejas fotos inmostrables firmadas por mis compañeras: "flaca, esas ojeras no son de nadar conmigo, con cariño: Nahuelito"...y las tarjetas de cuanto boliche, pub, chocolaterÃa y regalerÃa visitamos: "esta noche: La fiesta del Mariposón en Rocket"...y ya se sabe como es esto, un recuerdo trae otro y juntos traen la manada...
Y llegaron...flashes del primer segundo que pisamos el hotelucho, con ese semblante de ultratumba justificado por 22 hs. de trajÃn, donde dormimos entre paredes minúsculas, nos tapamos sin sábanas y nos secamos sin toallas...
Pero lo mejor era el mozo: él llegaba con sus brazos desgarbados y su andar tembloroso, arrastrando una pila de platos y vasos Durax marrones (puaj). Las Alfa-Beta, agonizando luego de caminar horas y posar para la foto sentadas en "el arbolito que insipiró a Walt Disney", nos disponÃamos a devorar ansiosas el manjar del mediodÃa.
La desfiguración unánime llegaba cuando el mozo nos tiraba una pizza, albóndiga, hamburguesa, ñoquis o tarta de acelga...que no serÃa tan grave de no ser por el detalle del ingrediente decorativo que hacÃa que todo tenga exactamente el mismo sabor: SALSA BLANCA... Salsa en forma de queso, salsa en consistencia de puré de papas, salsa pincelada con ketchup, salsa diluida con caldito...Recién ahà empezamos a sospechar que alguien nos tomaba el pelo... pero ese aire sureño y las pilas de los 17 inmunizó los estómagos...y asÃ, al cantito de "Salsa para vivir, salsa para ser feliz..." recibÃamos desconsoladas, el almuerzo blanco que fuera el punto de partida de futuras fobias salseras generadoras de interminables charlas de divanes...
Update: dÃas después me preguntaba cómo se hace para victimizar tantos estómagos púberes durante tantas generaciones...
Y llegaron...flashes del primer segundo que pisamos el hotelucho, con ese semblante de ultratumba justificado por 22 hs. de trajÃn, donde dormimos entre paredes minúsculas, nos tapamos sin sábanas y nos secamos sin toallas...
Pero lo mejor era el mozo: él llegaba con sus brazos desgarbados y su andar tembloroso, arrastrando una pila de platos y vasos Durax marrones (puaj). Las Alfa-Beta, agonizando luego de caminar horas y posar para la foto sentadas en "el arbolito que insipiró a Walt Disney", nos disponÃamos a devorar ansiosas el manjar del mediodÃa.
La desfiguración unánime llegaba cuando el mozo nos tiraba una pizza, albóndiga, hamburguesa, ñoquis o tarta de acelga...que no serÃa tan grave de no ser por el detalle del ingrediente decorativo que hacÃa que todo tenga exactamente el mismo sabor: SALSA BLANCA... Salsa en forma de queso, salsa en consistencia de puré de papas, salsa pincelada con ketchup, salsa diluida con caldito...Recién ahà empezamos a sospechar que alguien nos tomaba el pelo... pero ese aire sureño y las pilas de los 17 inmunizó los estómagos...y asÃ, al cantito de "Salsa para vivir, salsa para ser feliz..." recibÃamos desconsoladas, el almuerzo blanco que fuera el punto de partida de futuras fobias salseras generadoras de interminables charlas de divanes...
Update: dÃas después me preguntaba cómo se hace para victimizar tantos estómagos púberes durante tantas generaciones...
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